domingo, 23 de diciembre de 2007

Pornomiseria en el arte ecuatoriano


(foto tomada del catálogo de la exposición)
Por Orly Salgado
Fotógrafo, Cursos Alianza Francesa.
Estudios de Sociología, Universidad Central del Ecuador.

En los años 60´s el cine colombiano sacudía la escena artística internacional con producciones crudas y descarnadas que visibilizaban la miseria de la gente colombiana, la vida de los excluidos, los niños de la calle, las actividades del narcotráfico, etc. Se denominó a este tipo de producciones como cine de la “pornomiseria” , y aunque la crítica especializada y los círculos intelectuales lo catalogaron como denuncia social existió otra corriente que, sin embargo, señalaba que “sus realizadores eran burgueses que sacaban beneficio y lustraban sus apellidos en marquesinas retratando, a través de estereotipos y tremendismo, una realidad que desconocían y les era totalmente ajena”. (http://www.elpais.com/articulo/arte/pornomiseria/circuitos/comerciales/elpepuculbab/20071124elpbabart_8/Tes)

La definición de pornomiseria se me cruzó por la mente cuando asistí a la premiación del Salón del Comercio y miré la obra "Infaustos" de Tarik Nuñez, que en un intento de rescate a un “artista marginal” –porque según el sustento teórico intenta la REINSERCIÓN SOCIAL AL SISTEMA PRODUCTIVO del individuo del cual se vale- hace el trabajo de junta de beneficencia, departamento de bienestar social o simplemente el papel de un artista que trata de visibilizarse a través de la desgracia ajena, es decir: pornomiseria; me inclino a pensar que el intento del artista se queda en la tercera, porque la instalación en sí no permite análisis posteriores, ya que está hecha de lugares comunes en el arte contemporáneo sin ningún tipo de profundidad: la imagen del infocus no dice nada en absoluto más allá de repetir la imagen de Fausto y repetir el discurso teórico, y el blog, en el que no queda clara la propuesta ¿net-art? Además, al plantear una supuesta reinserción social, el componente político se diluye en la “puesta en escena” de la obra, es decir, se vuelve neutro: no dice nada.

Propuestas así se han visto en los últimos años en salones y exposiciones de arte contemporáneo en nuestro medio.

Recuerdo la obra Regeneración urbana de Juan Pablo Toral, que consistía en unos cuantos cartones sucios que alguna vez sirvieron de cama a un mendigo, obra en la que el discurso social se confundía con la propuesta curatorial del Salón en la que participó –el Ready Made–, decantándose finalmente en la memoria del espectador y en los artículos de prensa únicamente la parte anecdótica de la obra: LOS CARTONES PERTENECIAN A UN MENDIGO, nada más, si no, pregunten a alguien si se acuerda de la obra y pregunten cómo se llamaba el artista que la realizó. Por tanto, otro ejemplo de pornomiseria.

Me atrevería a decir que en sus primeros pasos el Festival Al Zurich caía en esta categoría de arte de la pornomiseria debido a su constante e insistente discurso. La idea de un Sur excluido, lleno de pobres, ignorantes y faltos de cultura y que, además, NECESITABAN arte contemporáneo se repetía (y repite) constantemente. Es posible advertir esto observando el estereotipante afiche del festival del 2005, en el que aparece una mujer con rasgos indígenas claramente identificable como una vendedora del mercado. En este caso, uno se preguntaría ¿todos los habitantes del sur son representados por la mujer del afiche? ¿la mujer del afiche necesita arte contemporáneo? ¿es el sur de Quito un asentamiento indígena, un sector que raya en la pobreza extrema o una zona libre de arte y cultura? ¿el norte de Quito no tiene ni mercados, ni pobreza, pero si tiene mucho arte y cultura? ¿existe TANTO evento cultural que es inminentemente necesaria la descentralizació n? ¿o simplemente es un discurso oportunista y coyuntural?
Después de todo, ya nada de eso importa, ese fue el enganche, ahora el sur existe dentro del circuito OFICIAL del arte gracias a una estratégica maniobra de mercadeo de la pornomiseria. No obstante, el festival ha dado un giro en su discurso y me parece que se acerca a las definiciones teóricas que necesitaba desde el principio, como la de Arte urbano y de Espacio público, definiciones que, espero, nos traerán un Festival mucho más maduro el próximo año.

En suma: ¿el arte de la pornomiseria en nuestro medio intenta retratar los problemas sociales a través de la catarsis, la inmunidad y el “fuero de corte” del arte contemporáneo, o simplemente se trata de una suerte de aplacamiento de las conciencias? ¿o está de moda? ¿o hay algo más…?